lunes, 30 de noviembre de 2009

VIH/SIDA e Igualdad entre los Géneros: Transformar Actitudes y Comportamientos

Declaración de la Comunidad Internacional Bahá'í

Preparado para el Período Extraordinario de Sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA Naciones Unidas, NY - 25-27 junio 2001

La relación entre la pandemia del SIDA y la desigualdad entre los géneros está ganando reconocimiento a escala mundial. Las nuevas infecciones de VIH/SIDA están aumentando más rápidamente entre las mujeres y las niñas que entre los varones; por ello, la mitad de los nuevos casos registrados el año pasado se dieron entre mujeres. En el 45o período de sesiones de la Comisión sobre la Condición Jurídica y Social de la Mujer, en el que el VIH/SIDA fue uno de los principales temas del programa, la complejidad de los problemas que se plantean al abordar esta cuestión se vio subrayada por la innegable relación existente entre el SIDA y un problema tan pertinaz como es el sexismo. La importancia de la investigación, la educación y la cooperación entre los gobiernos y la sociedad civil es incuestionable. Sin embargo, cada vez se reconoce más que será necesario un cambio profundo de actitud -personal, política y social para contener la propagación de la enfermedad y para garantizar asistencia a las personas infectadas y afectadas. Esta declaración se centrará en dos de los principales grupos de población que deberían estar representados en estos debates a nivel mundial: los hombres, por el control que tradicionalmente han ejercido sobre la vida de las mujeres, y las comunidades religiosas, debido al poder que tienen para influir en los corazones y las mentes de sus fieles.
Para poder contener la actual propagación del VIH/SIDA entre las mujeres deben producirse cambios concretos en las actitudes y comportamientos sexuales tanto del hombre como de la mujer, pero especialmente del hombre. Es preciso abordar las nociones erróneas sobre el apetito sexual voraz del hombre. Deben comprenderse plenamente las consecuencias reales que tiene para la mujer -y para el hombre- la práctica de satisfacer los deseos sexuales fuera del matrimonio. Educar a las mujeres y a las niñas revista una importancia fundamental, pero el desequilibrio existente actualmente entre hombres y mujeres puede impedir que la mujer actúe en aras de su propio interés. De hecho, la experiencia ha demostrado que educar a las mujeres sin educar también a los hombres presentes en sus vidas puede exponer a las mujeres y a las niñas a un mayor riesgo de violencia. Por lo tanto, es preciso desplegar más esfuerzos para enseñar a los niños y a las niñas a respetarse a sí mismo y mutuamente. Una cultura de respeto mutuo mejorará la autoestima de las mujeres y las niñas, y también la de los hombres y los niños, lo cual conducirá a un comportamiento sexual más responsable.
La negación de la igualdad a las mujeres no sólo fomenta en el hombre actitudes y costumbres perjudiciales que inciden en sus familias, en su trabajo, en las decisiones políticas y en las relaciones internacionales; también contribuye de manera significativa a la propagación del VIH/SIDA, y retrasa el progreso de la sociedad. Es notorio cómo las desigualdades sociales culturalmente aceptadas se combinan con la vulnerabilidad económica con la vulnerabilidad económica para privar parcial o totalmente a las mujeres y a las niñas de poder para rechazar el sexo no deseado o el sexo practicado en condiciones de riesgo. Además, una vez que contraen el VIH/SIDA con frecuencia las mujeres son estigmatizadas por considerarlas el origen de la enfermedad y perseguidas, a veces de manera violenta. Entretanto, la carga de cuidar a las personas que viven con el VIH/SIDA y a los niñas huérfanos por causa de la enfermedad recae principalmente sobre las mujeres. Ahora es menester examinar las funciones de los géneros tradicionales que no se han puesto en tela de juicio durante generaciones a la luz de la justicia y la compasión. En última instancia, sólo una transformación espiritual impulsará a los hombres -y a las mujeres- a renunciar a los comportamientos que contribuyen a la propagación del VIH/SIDA. Dicha transformación es tan importante para los hombre como para las mujeres, porque "Mientras se le impida a la mujer alcanzar sus más grandes posibilidades, los hombres estarán imposibilitados para alcanzar la grandeza que podría ser suya".
Debido a que la educación de la esencia noble y espiritual de la humanidad ha recaído en el ámbito de la religión, las comunidades religiosas pueden desempeñar un papel importante a la hora de producir el cambio de actitud y el consiguiente cambio en los comportamientos que permitirán dar una respuesta eficaz a la crisis del SIDA.
Los dirigentes de las comunidades religiosas están especialmente dotados para abordar la dimensión moral de la crisis del SIDA, tanto en lo que se refiere a la prevención como al tratamiento. La propagación del VIH/SIDA se reduciría de manera significativa si se enseñara a los individuos a respetar la santidad de la familia practicando la abstinencia antes del matrimonio y la fidelidad conyugal durante el matrimonio, tal y como se resalta en la mayoría de las tradiciones religiosas.
Los dirigentes religiosos y las personas creyentes tienen el deber de responder con amor y compasión al intenso sufrimiento personal de quienes se ven afectados de manera directa o indirecta por la crisis del SIDA. No obstante, la tendencia por parte de la sociedad a juzgar y a culpar a los afectados desde el comienzo de la enfermedad ha sofocado la compasión por sus víctimas. La ulterior estigmatización de las personas que padecen el VIH/VIH/SIDA ha hecho que esas personas se muestren reticentes a tratar de conseguir un tratamiento y que las sociedades se resistan a cambiar las actitudes y las prácticas culturales necesarias para prevenir y tratar la enfermedad. Este tipo de juicios pueden emitirse particularmente en comunidades religiosas que lucha por mantener unos niveles elevado de conducta personal. Una de las aparentes paradojas de la fe es la obligación de los creyentes de observar unos niveles elevados de conducta personal a la vez que aman y cuidad de aquellos que -por los motivos que sea. no alcanzan esos niveles. Lo que se olvida con frecuencia es que la "conducta personal" abarca no sólo la mesura de uno mismo, sino también la compasión y la humildad. Las comunidades religiosas tendrán que hacer continuos esfuerzos por desembarazarse de las actitudes sentenciosas para poder ejercer el tipo de autoridad moral que fomenta la responsabilidad personal, el amor por el prójimo y el valor para proteger a los grupos vulnerables de la sociedad.
Vemos indicios de esperanza en el aumento del diálogo entre religiones y de la cooperación. Entre las comunidades religiosas se reconoce cada vez más que, como afirma Bahá'u'lláh, "los pueblos del mundo de cualesquiera raza o religión derivan su inspiración de una única Fuente celestial, de que son súbitos de un único Dios." Es la naturaleza trascendente del espíritu humano, conforme se acerca a esa Esencia invisible, inaprensible llamada Dios, la que estimula y depura la capacidad de la humanidad de lograr el progreso espiritual, que se traduce en progreso social. A medida que aumenta el diálogo, la cooperación y el respeto entre las comunidades religiosas, las prácticas culturales y religiosas y las tradiciones que discriminan a la mujer irán desapareciendo paulatinamente, con independencia de lo arraigadas que estén. Esto constituirá un paso fundamental hacia la contención de la propagación del VIH/SIDA.
De hecho, en el reconocimiento de la unidad de la familia humana los corazones se ablandarán, las mentes se abrirán y las actitudes de hombres y mujeres se transformarán. Esta transformación permitirá que se dé una respuesta coherente, compasiva y racional a la crisis mundial del VIH/VIH/SIDA.

2 comentarios:

  1. Hola Jheniefeer. Este texto está aquí?
    http://bic.org/statements-and-reports/search-page
    Gracias.

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  2. http://bic.org/statements-and-reports/bic-statements/01-0625.htm

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