Desde el tiempo de los romanos hasta principios del siglo XX, unos molinos situados en este lugar (a unos dos kilómetros al sudeste de la antigua ciudad de Acre) producían trigo para alimentar a la población del área.
«Ésta era una tierra agricícola muy importante para la ciudad», apunta Albert Lincoln, Secretario General de la Comunidad Internacional Bahá’í. «Los molinos formaban parte de lo que era probablemente uno de los complejos industriales más grandes de la región. Fueron documentados por primera vez en 1799 por la delegación francesa que inspeccionaba la zona cuando Napoleón tenía intenciones de conquistarla».
Pero para los bahá’ís, este lugar tiene un significado espiritual, añade el Sr. Lincoln. «Es uno de los lugares sagrados más bellos asociados a la presencia de Bahá’u'lláh aquí a finales del siglo XIX».
En 1875 (ocho años después del encarcelamiento de Bahá’u'lláh dentro de las murallas de la prisión de Acre) Su hijo ‘Abdu’l- Bahá alquiló una isla formada por dos canales de agua, desviados desde el rio Na’mayn para alimentar los cuatro molinos. En esta isla, ‘Abdu’l-Bahá ceó un jardín exquisito para Su padre, Quién para entonces había padecido más de dos décadas de encarcelamiento y exilio. Bahá’u'lláh llamó al jardín «Ridván», que quiere decir paraíso.
Un plan de drenaje de las ciénagas para reducir los casos de malaria e incrementar la superficie de tierra cultivable en los años 30 y 40 había privado al jardín de la particularidad de estar situado en una isla. Pero ahora, con la restauración de los canales de agua, el Jardín de Ridván vuelve a ser una isla. Esta semana, unos 280 bahá’ís (provenientes de lugares tan lejanos como Mongolia, Ruanda o El Salvador) han sido los primeros peregrinos desde 2007 en visitar este lugar sagrado.
Una «isla verde»
Después de que ’Abdu’l-Bahá comprara esta isla, peregrinos de Irán y países vecinos traían arbustos, árboles y plantas florecientes para poblar los jardines. Durante sus largos viajes, algunos de los viajeros regaban las plantas a costa de su propia sed.
A medida que las restricciones sobre Sus movimientos se iban relajando gradualmente, Bahá’u'lláh hizo Sus primeras visitas al jardín. Iba a menudo y a veces pernoctaba en una casa modesta de la isla.
Este lugar también llegó a conocerse fuera de la comunidad bahá’í. Laurence Oliphant, un escritor británico que lo visitó en 1883, observó: «Al llegar a él de repente nos encontramos con una escena del mundo de las hadas… El arroyo está flanqueado por sauces llorones y el lugar, con su abundante agua, sombra espesa yfragrante aroma a jazmín y azahar, forma un refugio ideal del calor del verano».
Usando fotografías y descripciones históricas, un equipo internacional de arquitectos e ingenieros ha restaurado el jardín de Ridván a su carácter original, con la ayuda de la Autoridad de Antigüedades de Israel que proveyó un estudio de conservación de todo el lugar y llevó a cabo parte del trabajo.
«Nuestra misión era recrear la isla tal y como era en tiempos de Bahá’u'lláh,» dice Khosrow Rezai, un representante del equipo de diseño que supervisó el proyecto. «Así que nuestro cometido era investigar y encontrar toda la evidencia histórica que pudiéramos sobre cómo era, para poder así traer la isla a la vida otra vez».
Se han reinstaurado los dos canales de agua a ambos lados del jardín en sus posiciones originales, que conducen a los cuatro molinos (algunos de los cuales también se han restaurado). «Hemos encontrado un acuífero a 40 metros bajo tierra y lo estamos usando para alimentar a los canales», dice el Sr. Rezai. «Pero la configuración de los canales da la impresión de que el agua viene otra vez desde las montañas y fluye hacia el océano».
Con la recreación del escenario original del jardín, los peregrinos ahora pueden experimentar la sensación de un refugio espiritual. «Hemos intentado transmitir, en la medida de lo posible, la tranquilidad del jardín que ‘Abdu’l-Bahá preparó como un lugar donde Bahá’u'lláh pudiera encontrar reposo,» dice el Sr. Rezai. «Poder ver el agua te da una sensación increíble. La cruzas, la hueles, la oyes. Con suerte, te transmite la sensación de felicidad y alegría que sentía Bahá’u'lláh».
Albert Lincoln está de acuerdo en que la restauración ha traído un cambio radical en el ambiente del lugar. «Gracias a que se trata de una religión nacida en tiempos históricos y no arqueológicos, tenemos la posibilidad de hacer una restauración auténtica y de recrear con bastante exactitud la sensación que transmitía cuando Bahá’u'lláh estaba aquí. Él se refirió a ella como «Nuestra Isla Verde» y escribió algunas cosas preciosas en las que se describe a Sí mismo sentado en el jardín cuando había agua a su alrededor.
«En un pasaje, Bahá’u'lláh dice que Él estaba en el jardín disfrutando de “sus riachuelos fluyentes y sus árboles frondosos, con la luz del sol que jugueteaba en medio de ellos”. Toda la narrativa es una descripción del exterior (su sol, viento, agua), todos estos factores,» explica el Sr. Lincoln entusiasmado.
Un lugar sagrado único
Visible solamente en el horizonte sur del lugar, se alza el Monte Carmelo, el emplazamiento del Santuario del Báb y sus terrazas monumentales. Estas, junto con el Santuario de Bahá’u'lláh y su entorno al norte del jardín de Ridván, fueron nombradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2008.
Pero el Jardín de Ridván es único entre los lugares sagrados bahá’ís, afirma el Sr.Lincoln. «En los demás, los jardines rodean los edificios y las estructuras. Pero aquí, el lugar sagrado es en sí mismo un jardín y en una escala más intima que los demás».
«Con su conservación (y la restauración de los molinos de trigo) todo el lugar transmite algo sobre las raíces históricas de la Fe bahá’í en esta tierra y cómo están interconectadas con la historia del país», añade.
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