Las dos mujeres, Haleh Rouhi y Raha Sabet, y el Sr. Sasan Taqva, fueron detenidos en mayo del 2006, junto a otros 51 bahá’ís y un grupo de amigos musulmanes, por su participación en un programa educativo para niños desfavorecidos en la ciudad de Shiraz y sus alrededores.
Mientras que diez musulmanes y un bahá’í con dificultades de aprendizaje fueron liberados inmediatamente, el resto de bahá’ís fueron acusados de «enseñanza indirecta de la Fe bahá’í». La Sra. Rouhi, la Sra. Sabet y el Sr. Taqva fueron condenados a cuatro años de prisión. Los otros 50 fueron condenados a sentencias iniciales de un año, dada su asistencia a clases obligatorias de Islam.
Parece que hoy, después de tres años, continúan presos bajo las condiciones más duras en un centro de arrestos temporales.
«Según la ley iraní, el Ministerio de Inteligencia no puede encarcelar a los ciudadanos en estos centros, tan sólo retenerlos para la interrogación», dice Bani Dugal, principal representante de la Comunidad Internacional Bahá’í en las Naciones Unidas. «Percibimos que las condiciones han sido totalmente inaceptables durante el largo periodo de encarcelamiento que estas tres personas han sufrido.»
El juicio y el arresto han violado tanto la ley iraní como la ley internacional, afirma la Sra. Dugal. «Y cada pequeña prueba, incluido un informe comisionado por un oficial iraní, ha indicado su inocencia.»
Las autoridades se negaron a tener en cuenta las conclusiones de este investigador. Cuando el informe se hizo público, él mismo escribió otro artículo que negaba los descubrimientos de su informe inicial.
«El Gobierno Iraní no ha conseguido redireccionar un desvío tan evidente de la justicia como este», explica Bani Dugal. «Este es otro caso más de persecución por diferencias religiosas, simple y puramente.»
«¿Por qué si no seguirían detenidas en estas condiciones tres personas cuyo único crimen fue su implicación en proyectos humanitarios que pretenden ayudar a sus conciudadanos?», pregunta.
Encarcelados por ayudar a los pobres
La idea de trabajar especialmente con chicos jóvenes en Shiraz empezó en un grupo de estudio organizado por la Sra. Sabet, quien había estado participando en esfuerzos humanitarios desde el terremoto de 2003 en Irán.
Inicialmente, ella y sus amigos trabajaron en Katsbas, un suburbio conocido por numerosos casos de abuso de drogas y actividades criminales. Allí, el grupo ofrecía clases a niños a fin de prepararlos para sus exámenes de fin de trimestre. Con el total consentimiento de los padres lugareños, se ampliaron esos esfuerzos a fin de ayudar a los niños a desarrollar también habilidades sociales y valores morales.
A medida que su proyecto fue creciendo hasta servir a más de 200 niños en Katsbas, el grupo consiguió el permiso del ayuntamiento para seguir operando. Otro proyecto empezó en Sahlabad, facilitado tanto por bahá’ís como por musulmanes. Una iniciativa mayor, llevada a cabo por 14 tutores, incluía la participación de 100 jóvenes en un centro educativo.
El grupo también organizaba clases semanales de arte para pacientes jóvenes con cáncer, una actividad que fue recibida con mucho entusiasmo por el director de hospital local. Además de esto, también se llevaban a cabo visitas regulares a orfanatos y se ofrecían facilidades a niños discapacitados.
Arrestos y condena
El 19 de mayo del 2006, la policía detuvo al mismo tiempo a tutores y coordinadores del proyecto en seis localidades.
Siguiendo la liberación de sus socios musulmanes, el resto de bahá’ís fueron dejados en libertad durante los primeros días y semanas. La Sra. Rouhi, la Sra. Sabet y el Sr. Taqva fueron retenidos aproximadamente un mes.
Un año después, se llevó a cabo un juicio breve y formal. Los bahá’ís fueron acusados de, entre otras cosas, «enseñanza indirecta de la Fe bahá’í», basándose en que habían usado un libro educacional titulado «Brisas de confirmación». El texto, sin embargo, no hace mención a la Fe bahá’í, tan sólo presenta lecciones morales que se analizan mediante una serie de historias. A pesar del hecho de que el Centro Cultural de la ciudad aprovó el uso del libro, el veredicto declaró que el permiso fue concedido por engaño.
«Los cargos que se les imputaba carecían de base y eran inaceptables bajo el Artículo 18 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, un tratado internacional que Irán firmó, que protege el derecho a expresar unas creencias mediante “adoración, observación, práctica y enseñanza,”» declara Bani Dugal.
«Para empezar, estaba claro que sus actividades eran de naturaleza estricamente humanitaria. En segundo lugar, el tribunal mismo reconoció que el texto que usaban para enseñar no conteía referencia explícita alguna a la Fe bahá’í. Incluso algunos socios musulmanes dijeron que desconocían que sus socios eran bahá’ís o que se pudiera tratar de una actividad de enseñanza de la Fe bahá’í», afirma ella.
La mayoría de los bahá’ís, debido a su temprana edad, recibieron una pena de prisión inicial de un año, a la espera de su asistencia a clases obligatorias organizadas por la Organización de Propaganda Islámica. En estas clases, se rediculizaba, insultaba y tergiversaba la ideología e historia bahá’í.
Sin embargo, la Sra. Sabet, la Sra. Rouhi, y el Sr. Taqva, fueron sentenciados a cuatro años de prisión: tres años por «organizar grupos ilegales» y un año «por enseñar para el beneficio de grupos que van contra el régimen islámico».
Prisión de tránsito
El 19 de noviembre del 2007, la Sra. Sabet, la Sra. Rouhi y el Sr. Taqva fueron llamados a la oficina local del Ministerio de Inteligencia, aparentemente con el fin de recuperar propiedades que les habían confiscado anteriormente. Todo ello resultó ser un engaño. Cuando llegaron, los encerraron inmediatamente en celdas.
Cumplidos tres años, se cree que siguen detenidos en las mismas condiciones. El Sr. Taqva ha estado retenido en una celda claustrofóbica durante todo este tiempo. Las mujeres estaban encarceladas inicialmente juntas en otra celda pequeña, normalmente usada para detenidos a corto plazo. Hoy, cada uno de ellos se encuentra en celdas separadas. No tienen ventanas, camas ni sillas, tan sólo se les ha otorgado un colchón recientemente. Los informes indican que los tres detenidos han desarrollado dolores crónicos de espalda.
Cada cierto tiempo, se les ha concedido «libertad provisional» pero siempre han tenido que volver al Centro de detención para cumplir sus cuatro años.
Durante la mayor parte del encarcelamiento, el Sr. Taqva ha estado sufriendo graves dolores en una pierna ya dañada en un accidente de coche, ciática y debilidad muscular causada por la ausencia de facilidades básicas. Aunque ha sido puesto en libertad en dos ocasiones por necesidades quirúrgicas, sigue todavía sin una atención médica adecuada durante la mayor parte del tiempo. El ejercicio diario y el acceso al aire fresco se limita a 30 minutos al día, nunca en el exterior, sino en una habitación sin techo. Cada vez que deja su celda, le vendan los ojos.
«La presente detención del Sr. Taqva y de sus dos socias es una violación de los estándares internacionales y normas legales», dice Bani Dugal. «Bajo la ley iraní, la gente condenada por crímenes tiene derecho a una prisión designada a confinamiento de largo plazo, donde hay un acceso adecuado a facilidades médicas, comida e higiene. La actual detención de estos tres individuos inocentes en celdas designadas a retenciones de corto plazo viola no solo la decencia común, sino también la ley nacional.»
Informe confidencial ignorado
En junio de 2008, Vali Rustami, inspector y consejero legal de la Oficina de Representantes del Líder Supremo en la provincia de Fars, presentó un informe confidencial, realizado a petición del representante del Líder Supremo de Irán en la provincia.
El Sr. Rustami confirmó que no sólo no había referencia alguna a la religión en las actividades de los prisioneros, sino también que los jóvenes que asistían a las clases le contaron que querían continuar. «Afirmaron que “La verdad es que nosotros aprendimos mucho de este grupo y nos gustaría que volvieran con nosotros de nuevo», informó el Sr. Rustami.
Cuando su artículo se hizo público, escribió otra versión que tergiversaba los descubrimientos iniciales.
Lejos de suponer una amenaza para su sociedad, dice la Sra. Dugal, es evidente que los tres hacían lo que podían para servir a su sociedad. «Al conseguir la gratitud en aquellos a los que servían, los bahá’ís provocaron la ira de su gobierno. Tan sólo la animosidad desenfrenada y el odio cabían en el corazón de tal perversión de la justicia como la que se muestra en este caso».
«Después de tres años en prisión, el rechazo de las autoridades a poner un alto inmediato al trato cruel que se le da a esta gente carece de lógica. Seguimos llamando a la comunidad internacional a alzar sus voces en defensa de estas personas, así como de los siete líderes bahá’ís encarcelados y otros en Irán a quienes se está privando hoy de sus derechos humanos», asevera.
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